Reducir la dosis a la mitad y duplicar la frecuencia de las inoculaciones en la terapia antiangiogénica para el tratamiento de la degeneración macular asociada a la edad podría rebajar el riesgo de rotura del epitelio en un grupo seleccionado de pacientes con alto riesgo, según la experiencia de investigadores del Instituto de la Mácula y de la Retina del Centro Médico Teknon de Barcelona, encabezados por su director, Jordi Monés, que también dirige la Barcelona Macula Foundation.
Este grupo de trabajo, en el que participan Marc Biarnés y Josep Badal, ha publicado el análisis de un caso en la revista Clinical Ophtalmology, que corresponde a una paciente de 71 años que presentaba grandes desprendimientos del epitelio pigmentario secundarios a la proliferación angiomatosa retiniana, un subtipo de la degeneración macular asociada a la edad.
Para tratarla se le administraron 2,5 miligramos de ranibizumab, que es la mitad de la cantidad habitual (el resto del fármaco se desechó), pero con una periodicidad quincenal en lugar de mensual, con lo que se mantenía la misma dosis total del tratamiento. Según concluye el artículo, la terapia consiguió estabilizar paulatinamente la proliferación angiomatosa retinal y la agudeza visual se pudo conservar sin efectos adversos importantes.
Además, este grupo ha tratado a dos pacientes de alto riesgo más con esta misma pauta y ha obtenido buenos resultados: uno de ellos no ha presentado ninguna complicación y el otro una ruptura menor que no compromete su vista. Monés ha explicado a DIARIO MÉDICO que una de las principales complicaciones que se asocian a la terapia antiangiogénica que se usa para tratar la degeneración macular asociada a la edad es precisamente el desgarro del epitelio, que implica la pérdida de la agudeza visual de forma irreversible para el paciente. Este efecto adverso aparece en cerca del 40 por ciento de los casos considerados de alto riesgo, es decir, cuando presentan una gran cantidad de líquido en el epitelio.
“En estos casos estamos obligados a tratar porque sabemos que la enfermedad causará una pérdida de visión, pero por otro lado también sabemos que el riesgo de rotura que implica el tratamiento es alto”, ha detallado el investigador. Una de las hipótesis que podrían explicar esto es que la contracción de los neovasos que sucede como consecuencia del fármaco antiangiogénico ocurre de manera muy brusca, lo que contribuye a elevar la tensión del epitelio propiciando su desgarro.
En base a dicha premisa, estos investigadores proponen un tratamiento quincenal con la mitad de dosis habitual de las inyecciones intravítreas para suavizar la respuesta y prevenir la aparición de esta complicación. A su juicio, los resultados plantean la posibilidad de modificar el protocolo actual de tratamiento de las proliferaciones angiomatosas de la retina en los pacientes de alto riesgo, pero ha afirmado que “en ningún caso justifica usar media dosis en los pacientes estándar”.
Fuente: Diario Médico por Karla Islas Pieck